Columna de Opinión -La apropiación de la memoria histórica con fines políticos-
Área de Historia Local
AVANCSO
Los medios de comunicación escritos y visuales no dejaron pasar por alto la serie de iniciativas que el gobierno de turno desplegó en torno al 20 de octubre, fecha emblemática que nos recuerda una etapa decisiva de nuestra historia contemporánea, ocurrida hace 64 años.
Revestir la plaza central de la ciudad con imágenes que nos recuerdan las gestas populares y las figuras de dos de los principales personajes que durante la década del 44 al 54 destacaron políticamente tiene un sentido positivo: re-posicionar en el imaginario social guatemalteco un momento histórico de gran trascendencia nacional, el cual sigue siendo considerado como un parte-aguas en nuestra larga historia de dictaduras y prepotencia política. Sobre todo, porque hay muchas personas –especialmente entre las nuevas generaciones- que ignoran o tienen un escaso conocimiento sobre lo entonces ocurrido y, más aún, sobre su significado social para el presente.
Ahora bien, llama poderosamente la atención que el gobierno de turno haya justificado su incursión con motivo de dicha conmemoración, atribuyéndose el ser “herederos de la revolución de 1944”. Tal decisión, que además de mediática es política, puede ser evaluada desde diversos ángulos. Sin embargo, en esta oportunidad, interesa reflexionar sobre sus implicaciones en términos de lo que llamaremos la apropiación de la memoria histórica con fines políticos.
En un contexto socio-político y económico que tiende a degradarse, y en el que las políticas públicas que se aplican con el propósito de enfrentarlo tienden cada vez más a ser erráticas, asistencialistas y cortoplacistas, el que el actual gobierno quiera asumirse como heredero de la gesta revolucionaria iniciada en 1944 estaría indicando su poco conocimiento sobre lo que entonces ocurrió. Y, en consecuencia, se corre el peligro de distorsionar el sentido y los presupuestos del movimiento revolucionario entonces emprendido.
Uno de los rasgos más destacados de las políticas económicas y sociales entonces implementadas era el de su perspectiva de largo plazo, a través de la puesta en marcha de políticas, planes y programas que buscaban sentar las bases para un desarrollo integral y humano para las mayorías guatemaltecas. En eso radicaba su sentido “revolucionario”; transformar un sistema de injusticia y exclusión por uno de participación y de futuro digno.
El actual gobierno, en lo que lleva de ejercicio del poder, ha evidenciado que no está dispuesto a alejarse de las políticas y dictados económicos que –como agenda obligatoria- nos tienen impuestos tanto los organismos internacionales como los sectores de poder económico del país. Y en el ámbito de las políticas sociales la tendencia se orienta cada vez más a considerar el asistencialismo como opción para paliar, que no solucionar, los problemas ingentes y cotidianos de la mayoría de gente que vive en condiciones de pobreza y pobreza extrema.
De donde, que el gobierno actual quiera reclamarse como “heredero de la revolución” más bien parece una acción oportunista que, desatinadamente, les permitiría recuperar algún porcentaje de legitimidad y aceptación, en medio de los desatinos y escándalos en los que se ha visto envuelto.
En tal sentido, querer recuperar esta conmemoración para inscribirse dentro de una tradición histórica transformadora, más bien hace pensar que se trata de una burda manipulación que estaría buscando alterar el sentido de la memoria y de la historia del país. Estaríamos, al menos a partir de las acciones mediáticas promovidas por el gobierno en estos días, como de las reacciones que se generaron en torno a esas actividades, asistiendo a otra batalla por la memoria. Las voces que cuestionan la forma como el gobierno de turno ha utilizado esta conmemoración, evidencian que la memoria puede servir como base para construir capital político. En esta batalla lo que se busca es distorsionar el presente vivido queriéndolo hacer aparecer como la prolongación de unas gestas y un período histórico que, hasta ahora, es evidente que no se han replicado.
En esta batalla la población puede desarrollar una herramienta crítica para la construcción de una memoria política en beneficio de las mayorías, que funcione como un grito que en plural dice NO al olvido, y que volteando la mirada al pasado, se oponga al precario presente, y se proponga un futuro más allá de la sobrevivencia.
Guatemala, 28 de octubre del 2008.
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