Inusual conmemoración del 20 de octubre
Erwin Pérez
En Guatemala, ni nuestro sistema económico está en crisis, ni la Embajada de EEUU está temerosa que en este país huésped se produzca una revolución política, pues es muy cierto que por estos días, muy cercanos a la conmemoración del 64 aniversario de la Revolución del 20 de octubre de 1944, hay una efervescencia poco usual en las organizaciones sociales.
Preparadas para la marcha, que desde El Trébol se extiende tradicionalmente hasta la plaza de la Constitución, frente al palacio de Gobierno, este año, las organizaciones sociales y sindicales se ven obligadas a entablar una discusión interna sobre la conveniencia política de mantener ese recorrido o de modificarlo para evitar hacerle el juego al Gobierno de Colom.
Y es que durante este mes, el Gobierno se ha puesto la tarea de rescatar y promocionar la celebración del 20 de octubre. Enaltecer la revolución y los cambios democráticos que ésta trajo a la mitad del siglo pasado. Para comenzar, ha colocado en las paredes del frente del palacio 4 enormes mantas, 4 de ellas con las figuras de los ex presidentes de la Revolución, Juan José Arévalo y Jacobo Arbenz Guzmán.
En las otras 2 mantas vinílicas, aparece en una de ellas, el poema “Acerca del venado y sus cazadores” de Luis de Lión y en la otra el rostro del dirigente estudiantil universitario Oliverio Castañeda de León, asesinado por fuerzas represoras del Estado, precisamente el 20 de octubre de 1978. El poema también está dedicado por De Lión a Oliverio. Posteriormente, “El mismo Luis de Lión también llegó a ser blanco de la campaña de asesinatos extra-judiciales supervisada por el Ejército de Guatemala. El 15 de mayo de 1984 fue secuestrado a mediodía en una carretera mayor de la capital, torturado y luego asesinado en junio. Su cuerpo no se recuperó… (1)”
Además de las mantas que recuperan esa trágica y oscura parte de nuestra historia, el Presidente Álvaro Colom, reconoció en nombre del Estado la responsabilidad de éste en el asesinato de Oliverio Castañeda. No fue un acto de protocolo, si de compromiso pero con un contenido político que muy pocos quieren reconocer. Por aparte, se ha organizado para el lunes 20 de octubre de 2008, un concierto en la Plaza de la Constitución con música de protesta (Grupo Quinteto Tiempo y Guaraguao, para mencionar 2); asimismo un reconocimiento a los revolucionarios del ’44 que aún están con vida.
Este conjunto de actividades ha puesto a pensar a las organizaciones sociales. Las más radicales piensan que sería imprudente llegar este año con la marcha hasta el Palacio, porque de alguna manera sería avalar el trabajo del Gobierno. No sería descabellado pensar que el Gobierno pretenda con estas acciones afianzar en el plano internacional su imagen de ser un Gobierno de izquierda. Tampoco es exagerado suponer que las acciones de conmemoración de la Revolución respondan sólo al momento y no a una definida línea política que esté promoviendo cambios estructurales del país. Y en eso descansa la tranquilidad de la Embajada estadounidense.
Éste, desde luego, no es un Gobierno revolucionario, pero que está haciendo las cosas de forma distinta… también es muy cierto. Y es que, (sin tratar de justificarlo) hay que reconocer que por mucha voluntad que exista en un Gobierno por transformar las estructuras de explotación y marginación en que está sumida la población, la construcción del Estado está diseñada para reproducir el capitalismo. Y por eso el sistema económico doméstico de los poderes oligarcas no está en crisis.
En Guatemala se pueden hacer cambios, muchos cambios, pero en las condiciones actuales, suponer las transformaciones estructurales en el ámbito político o en la estructura económica es prácticamente imposible… Al menos de forma inmediata y por la vía electoral. Estar en el Gobierno tiene sus limitaciones y conducir el Estado es un manojo de problemas porque, el Estado ha sido destruido, saqueado y desmantelado por ese poder económico que no logra ver a Guatemala como país, sino como finca. En esa tarea oligarca se enmarcó la contrarrevolución de 1954; y en esa misma lógica, utilizó al Ejército como guardián de sus riquezas a desmantelar el tejido social a fuerza de represión y muerte.
Con esa historia sobre los hombros, la conclusión de las organizaciones es que la marcha del 20 de octubre culminará frente al Instituto de Seguridad Social, IGSS, uno de los logros vigentes de la Revolución del ’44. No importa que el Ejército haya hecho gestiones internas en el Gobierno, que resultaron infructuosas, para que se retirarán las mantas del palacio, lo importante para la lógica de las organizaciones sociales es no respaldar al Gobierno; no importa que una de las figuras evocadas sea la de Oliverio Castañeda, quien representa otro momento de la historia, una época de guerra interna y que con la Orden del Quetzal póstuma entregada a su familia, el Estado esté reconociendo la hidalguía y el valor de la luchas populares. Tampoco importa que el poema de Luís de Lión a la vista de todos sea, además de cólera en los militares, una exaltación a la poesía de un poeta y escritor indígena. El asunto es posicionarse frente al Estado.
Pero hay que hacer ver que es una lógica que tiene explicaciones, algunas válidas otras no tanto. Muchos de los dirigentes sociales de ahora fueron formados políticamente aún en la época del conflicto armado, para lanzar acciones contra el Estado, contra un Estado agresor y represor. Son víctimas del conflicto o familiares de desaparecidos y asesinados por la fuerza armada del Estado. Y por supuesto que en ese sentido hay que entender algunas posturas sociales.
Pero también nos parece que en las condiciones actuales hay condiciones para que el Estado reconozca la muerte de miles de campesinos e indígenas, hombres y mujeres, del secuestro y la tortura de miles de sindicalistas, periodistas, obreros y religiosos. Es reconfortante que el Estado reconozca, no sólo sus crímenes, sino también que valore el esfuerzo y liderazgo de Oliverio Castañeda. Pero también creemos que el Presidente puede hacer más que eso: llevar a los asesinos de Oliverio a los tribunales, obligar al Ejército a destapar los archivos, aunque sea los administrativos, sabremos qué oficial estaba a cargo ese día, quién sacó del parqueo el carro tipo sedán alargado color turquesa, Placas P-109716, desde el cual asesinaron al líder universitario. Así como la lista de los oficiales en servicio ese día y, por que no, las órdenes que ese día salieran del Estado Mayor. Porque esos datos existen, el Ejército no puede alegar pérdida porque siempre se aprecia de ser una institución ordenada y disciplinada. O ¿a caso les asusta enfrentar su propia historia, la verdadera historia?
Erwin Pérez- Editor y analista del Reporte Diario. http://www.i-dem.org/rd/2008/enero/171008-1546.htm
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