Pueblos indígenas en Guatemala: necesidad de cambios estructurales
Andrés Cabanas
Miércoles 26 de diciembre de 2007, por Revista Pueblos
http://www.revistapueblos.org/spip.php?article723
Que Guatemala no es Bolivia y que Rigoberta Menchú no se parece a Evo Morales quedó demostrado en las pasadas elecciones. Los malos resultados obtenidos por Rigoberta en su intento por convertirse en la primera presidenta mujer e indígena del país (un 3,06 por ciento de votación, equivalente a 100.365 votos) y el abrumador predominio de fuerzas conservadoras en el próximo Congreso (152 de los 158 diputados [1]) señalan diferencias sensibles entre el país centroamericano y las realidades del Cono Sur. Aquí, a regañadientes y con contradicciones, se apuntan procesos de superación de la larga noche neoliberal y neocolonial.
El racismo y el machismo explican parcialmente la escasa votación obtenida por el partido de Rigoberta Menchú [2]. Además, hay que considerar como causas de la misma: la debilidad de un proyecto conformado desde arriba hacia abajo, con la población como convidada y no como actora protagónica; la alianza con sectores empresariales, que impidió que el programa electoral mencionara la reforma tributaria o la reforma agraria, entre otros temas, y la desvinculación entre la propuesta electoral y el movimiento social.
Más allá del proceso electoral, persisten en las organizaciones indígenas la desarticulación, la división, la hegemonía de oficinas y ONG sin base social. Avances esperanzadores, como la constitución de la Coordinadora y Convergencia Nacional Maya Waqib´ Kej, a finales de 2003, no han logrado consolidarse y convertirse en referente alternativo.
Entre los aspectos negativos sobresale la incapacidad de articular una alianza sólida entre izquierda política, movimientos sociales y movimiento maya, sin la cual es complicado imaginar un proyecto transformador.
Las secuelas del conflicto armado (miedo a la organización, desestructuración social y comunitaria), las lógicas de la supervivencia (que priman lo inmediato frente a lo estratégico), la preeminencia de la mentalidad del colonizado (dependencia-sumisión hacia los factores de poder), la caducidad de liderazgos y formas organizativas (oenegeización, tematización de las luchas, sectarismo), las tensiones poco debatidas y poco sintetizadas entre clase, etnia y género (claves en un país de mayoría rural, indígena y femenina) explican, sin agotar, la debilidad y escasa relevancia a nivel nacional del movimiento indígena y, en general, del movimiento social y la izquierda.
El contexto internacional es, asimismo, determinante. Guatemala continúa siendo aliado estratégico fundamental para Estados Unidos: su frontera sur, llave del paso de migrantes, el traslado de droga desde los países productores y cortina ideológica ante los cambios que se precipitan, no sólo en el Cono Sur sino en el propio istmo centroamericano: Nicaragua, aún con las limitaciones del danielismo y su crónico déficit ético; El Salvador, con el agotamiento del proyecto del partido gobernante, ARENA, de cara a las elecciones de 2009; Costa Rica, con la oposición al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y el desmantelamiento del Estado de Bienestar.
La rebelión de las comunidades
A pesar del contexto nacional y regional, en el espacio comunitario y local de Guatemala es posible observar esfuerzos organizativos con capacidad de generar dinámicas de ruptura. En primer lugar, las consultas comunitarias contra la minería, la extracción de petróleo y las grandes hidroeléctricas. Desde junio de 2004 se han producido consultas en municipios de los departamentos de Huehuetenango, San Marcos, Quiché, Sacatepéquez y Zacapa, con mayoritario rechazo a la explotación de los bienes de las comunidades [3]. Durante los próximos cuatro años, los promotores de las consultas se enfrentarán al reto de convertirlas en vinculantes para el gobierno, un proceso que generará mayor movilización social y posiblemente brotes de violencia.
En segundo lugar, la emergencia de nuevos liderazgos indígenas y sociales, eventualmente formados en universidades, que acompañan las luchas de sus comunidades, como sucede en el caso de Sipakapa, departamento de San Marcos, con la oposición a la empresa minera Montana, o en las luchas contra la privatización del agua de Totonicapán.
En tercer lugar, la fuerza de la cosmovisión en la conformación del pensamiento y el proyecto político de los pueblos indígenas de Guatemala, que permite pensar en un proyecto organizativo superador de la democracia electoral y el sistema de partidos. Este factor diferencia positivamente a Guatemala de la mayoría del movimiento indígena en el resto del continente.
En cuarto lugar, el reinicio de debates públicos, como la autonomía, la refundación del Estado, la reforma agraria y la reforma tributaria, aplazados o debilitados después de la firma de los Acuerdos de Paz.
Diferentes factores, entre ellos la historia y la geografía, determinan que en Guatemala exista una difícil comunicación centro-ciudad con las áreas rurales y no capitalinas y agudizan la dificultad de articular un proyecto nacional incluyente de las diversidades étnicas y sociales.
Se trataría entonces de vincular experiencias consolidadas y autónomas de organización local (algunas de las cuales han sobrevivido desde la conquista) y liderazgos comunitarios emergentes, con las organizaciones de ámbito nacional, para promover cambios similares a los impulsados en Bolivia, Ecuador o Venezuela: fortalecimiento del Estado, soberanía sobre los bienes naturales, papel secundario del mercado, comercio solidario en el marco de relaciones internacionales justas y constitución de un Estado multinacional.
Los Acuerdos de Paz, firmados en 1996, dejaron un país democráticamente incompleto, con el ejercicio de la ciudadanía reducido al acto electoral. Los resultados de las pasadas elecciones vuelven a aplazar el espacio para la transformación. Pero los tiempos para los cambios estructurales, cambios que avancen hacia la construcción de un país incluyente, justo y democráticamente diverso, pueden y deben acortarse.
Andrés Cabanas es periodista y colaborador habitual de Pueblos. Este artículo ha sido publicado en el nº 29 de la revista Pueblos, diciembre de 2007.
Notas
[1] Incluyo a la Unidad Nacional de la Esperanza dentro de los partidos políticos con pensamiento de derecha. Aunque se autodefine como socialdemócrata, sus propuestas económicas, sociales y políticas lo sitúan en el ámbito de las formaciones conservadoras.
[2] Encuentro por Guatemala-Winaq, que postuló a Rigoberta Menchú, obtuvo 4 escaños en las elecciones parlamentarias. Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca-Movimiento Amplio de Izquierdas, URNG-Maíz, única organización con un programa de izquierdas, obtuvo dos escaños.
[3] Hasta el momento de escribir este artículo se han realizado consultas en: Río Hondo, departamento de Zacapa; Ixcán, departamento de Quiché; San Juan Sacatepéquez, departamento de Sacatepéquez; Sipakapa, Comitancillo, Concepción Tutuapa e Ixchiguán, departamento de San Marcos: Colotenango, San Juan Atitán, Todos Santos Cuchumatanes, Concepción Huista, Santiago Chimaltenango, Santa Eulalia, San Pedro Necta, San Antonio Huista, Santa Cruz Barillas y San Sebastián en el departamento de Huehuetenango. En todas las consultas ha existido un rechazo superior al 95 por ciento a los proyectos de explotación de los bienes naturales.
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